Al volver del Valle Sagrado partí inmediatamente hacia Lima, la capital de Perú. Con una población de unos 7 millones de habitantes, Lima se levanta como una ciudad metropoli. Sus calles, su infraestructura, su sofisticación, todo respira modernidad en Lima.
Pero una modernidad que no desplaza a las tradiciones, sino que fusionan, se funden en trajes y bailes que resaltan ante el gris del clima limeño.

En Lima visité el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia, donde los textiles y las cerámicas precolombinas iban a ser objetos de estudio para la película. Afortunadamente en este museo era posible sacar fotografías por lo que adquirí gran material para la realización. Una de las cosas que más llamó mi atención fueron los kipus, cuyo número de elementos son limitados y eso dificulta el estudio de los mismos. Aún así, estos testigos del tiempo serían considerados hoy en día como un sistema de registro de fechas, números e historias. Los incas tendrían una gran biblioteca de kipus, toda su historia, cosmovisión, relatos, etc. Pero todo fue quemado por los inquisidores y con ello perdimos gran parte de una información, hoy, irrecuperable.

Algo fuera de contexto y cuya existencia nadie puede explicar con certeza, ni los científicos, es este huaco con definidos rasgos asiáticos. ¿Cómo es posible que esta pieza pertenezca a una época donde se supone que los incas no tenían contacto con otras civilizaciones? ¿O será que no sólo mantenían contacto sino un importante mercado de intercambio de bienes?

Comparte

Shares